domingo, 29 de marzo de 2020

el peso de las palabras

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El peso de las palabras

Las palabras son las piezas de un rompecabezas con infinitas soluciones para armar, mutan a medida que leemos y releemos un discurso con una intención específica, siempre bajo el orden que las carga de sentido, lo que Michael Foucault llamó «el orden clásico del lenguaje», para saber qué decimos, cómo lo decimos. El lenguaje convertido en un artefacto, dinámico y articulado y múltiple para poder interpretar la realidad. Pero, ¿qué pasa cuando tomamos las mismas palabras de ese discurso y las abstraemos de ese «orden» convenido para advertir en ellas una nueva forma de sentido?
Las palabras que habitan en una constitución buscan establecer los derechos y deberes de los hombres que están amparados bajo su sombra. Cada una debe ser justa y precisa, debe ser lo más exacta para no prestarse a dobles interpretaciones. Una constitución es la guía de un país. Pero las palabras que ahí se repiten, justas y precisas, una y otra vez, van calando en las generaciones, en sus comportamientos, en su forma de pensar, sentir sus calles y sus hogares.
Eddy Chacón, artista plástico venezolana, se hizo esa pregunta, tomó las palabras de las constituciones de Venezuela desde 1811 hasta 1999 y las reorganizó desde las que más veces se repiten hasta la que menos veces lo hacen, descubriendo curiosidades dentro del discurso legal, silencios cuidados entre artículos y una forma más de acercarnos a su lectura.
¿Qué obtenemos de esto? A primera vista, solo un ininteligible mar de palabras sin sentido aparente; pero, si afinamos la vista, seremos capaces de entrever en los resquicios entre repeticiones un nuevo hilo discursivo lleno de nuevas preguntas, pero no desde su lectura formal como texto legal, sino desde su interpretación como objeto de arte capaz de interpelar a quien lo enfrenta. Esto es a lo que Foucault llamó «el lenguaje convertido en objeto», un objeto capaz de resemantizar un discurso (en este caso, constitucional) para que pensemos si somos como somos gracias a las leyes que nos rigen.
Al entrever lo que hay en un discurso de estas características, le damos valor a su uso, entendemos el peso de las palabras y nos sensibilizamos con ellas, formando, como diría Julio Ramos, un nuevo «punto de vista ciudadano».


Alberto Sáez

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